¿Qué sabes acerca del ACV?

Hay muchas denominaciones para esta enfermedad: ictus cerebral, apoplejía -del griego /apoplēxia/: suceso repentino con pérdida de la conciencia – golpe o ictus apopléjico o ataque cerebral, aunque el nombre de accidente cerebrovascular y, sobre todo, sus siglas ACV son la denominación más empleada.
En este artículo vamos a comentar esta enfermedad a grandes rasgos y dar algunas pinceladas a nivel de la recuperación desde el punto de vista de la fisioterapia.
Además te enseñaremos 4 sencillos pasos para saber detectar un ACV a tiempo.

 El ACV es una enfermedad cerebrovascular en la que se produce una brusca interrupción del flujo sanguíneo en alguna región del cerebro, lo cual origina una sintomatología y secuelas que variarán dependiendo de la región cerebral afectada y otros factores.

El ACV puede sobrevenir por un proceso crónico o agudo, y puede ser, según su etiología (es decir, la forma en que se haya producido) isquémico o hemorrágico.

ACV isquémico:
También llamado infarto cerebral, se debe a una oclusión en alguna de las arterias encargadas del aporte sanguíneo del cerebro. Esta oclusión será solventada por una redistribución del flujo sanguíneo a través de otros vasos sanguíneos, pero la ausencia transitoria de irrigación a una región del cerebro producirá daños y secuelas.

ACV hemorrágico:
También denominado hemorragia cerebral o apoplejía. Se rompe un vaso sanguíneo cerebral, debido frecuentemente a algún defecto congénito o a un pico hipertensivo. En general, los ACV hemorrágicos tienen mejor pronóstico de cara a la recuperación funcional.

Sintomatología.

Variará dependiendo del área o áreas del cerebro afectadas y la gravedad de la lesión. Los síntomas más habituales son:

  • Pérdida de fuerza en un brazo o una pierna, o parálisis en la cara.
  • Dificultad para expresarse, entender lo que se le dice o lenguaje ininteligible.
  • Dificultad al caminar, pérdida de equilibrio o de coordinación.
  • Mareos, dolor de cabeza brusco, intenso e inusual, casi siempre acompañado de otros síntomas.
  • Pérdida de la visión en uno o ambos ojos.

El ACV afecta a una región localizada del cerebro, lo cual genera la sintomatología, habitualmente, en el lado contrario al lesionado. La secuela más frecuente es parálisis del brazo y pierna del lado contrario a la región en que se haya producido el ACV (hemiplejía). Hay incapacidad para el movimiento activo de esas extremidades, además de falta de control de tronco (dificultad para mantenerse derecho incluso estando sentado). También puede haber alteraciones o pérdida de sensibilidad, parálisis en la cara (suele afectar a la mitad de la cara del mismo lado donde se produce la hemiplejía). También nos podremos encontrar con bastante frecuencia la dificultad para expresarse y para comprender lo que se le dice.

Factores de riesgo.

  • Hipertensión arterial.
  • Diabetes mellitus.
  • Enfermedad cardíaca.
  • Enfermedad cerebrovascular previa.
  • Obesidad.
  • Hiperagregabilidad plaquetaria.
  • Alcoholismo.
  • Tabaquismo.
  • Hiperlipemia.
  • Hiperuricemia.
  • Factores genéticos o familiares.

Prevención.

La lista de factores de riesgo es larga. Algunos de ellos no son modificables (factores genéticos y familiares…), pero casi todos los demás no sólo aumentan la posibilidad de sufrir un ACV, sino que son factores de riesgo que se relacionan con un estilo de vida poco saludable, lo cual predispone a muchos otros padecimientos.

Hacer vida sana, un poco de ejercicio, cuidar la alimentación, evitar drogas como el alcohol y el tabaco… todo esto ayuda a prevenir ACV y muchas más patologías.

Tratamiento del ACV desde la fisioterapia.

El ACV es una patología que requiere un trabajo interdisciplinar muy coordinado: médicos de diversas especialidades, personal de enfermería, psicólogos, logopedas, terapeutas ocupacionales, trabajadores sociales… deberían participar tantos profesionales como sean necesarios, puesto que, dependiendo de la severidad de la afectación y de las regiones dañadas, una recuperación exitosa va a necesitar que se actúe sobre todas las funciones que se hayan visto afectadas.

Desde la fisioterapia el objetivo es favorecer la recuperación funcional del individuo. Si bien en muchos casos la recuperación a un estado como el anterior a la lesión no va a ser posible, sí que es posible readaptar las capacidades para mejorar la autonomía e independencia de estas personas. Es un tratamiento largo y sacrificado, que requiere mucha dedicación tanto de los profesionales como del paciente y sus familiares. Como en todo proceso crónico, la colaboración y participación va a ser fundamental para el buen pronóstico.

Desde la Fisioterapia uno de los puntos más importantes desde los que partir es tener bien claros los objetivos que queremos conseguir, así evitaremos frustración, pasividad, falta de motivación… La constancia y la participación activa van a ser los pilares básicos en los que se apoyará todo el tratamiento fisioterápico. Por muy bien que trabaje el paciente con nosotros durante las sesiones de fisioterapia, necesitamos implicarlo para que continúe con su propio tratamiento el resto del día, enseñándole ejercicios adaptados a sus capacidades y animándole a que los realice. En esto también influyen en gran medida los familiares, a los que podremos -mejor dicho, debemos– aconsejar adecuadamente sobre la mejor forma de colaborar con la recuperación.

Hay que tener en cuenta que lo que buscamos desde la fisioterapia es la recuperación funcional, es decir, recuperar las capacidades que se han perdido debido a la lesión. Esto significa que el objetivo nunca puede ser “que todo esté como antes” puesto que, en muchos casos, las secuelas van a obligar a modificar la forma de caminar, moverse, levantarse, sentarse, peinarse, comer… Hay que trabajar sobre las potencialidades que tenga el individuo, tratar de recuperar sus capacidades y que se parezcan lo máximo posible al movimiento normal, pero es necesario adaptar y enseñar nuevas estrategias para ganar autonomía incluso pese a que todavía tenga déficits. En definitiva, es importante tener muy claros los objetivos, ser consciente de las limitaciones pero también de las capacidades, y estar dispuesto a aprender, esforzarse, equivocarse mucho y tener fortaleza y paciencia para corregir los fallos y continuar con el trabajo día tras día, hasta que vaya dando sus frutos.

4 pasos muy sencillos para la detección precoz del ictus

El A.C.V (accidente cerebrovascular), es la causa de discapacidad más frecuente en España. La intervención en las primeras horas es fundamental para evitar secuelas mayores, incluso la muerte. Por ésto es muy importante que haya difusión de este tipo de iniciativas, que dan nociones básicas pero imprescindibles de lo que se debe hacer en estos casos.

Diagnosticar no es nada fácil, y no es la intención de este tipo de campañas que seamos unos expertos en enfermedades neurológicas, pero sí que es verdad que con tres preguntas muy básicas se puede ver la gravedad de una situación, valorando si es posible que se trate de un ictus, y avisando en el momento a los servicios de urgencias o acudiendo al médico para que realice el diagnóstico.

Ante un episodio ocurrido de forma fortuita (un desmayo, la persona empieza a comportarse de forma extraña, le cuesta andar, levantar el brazo, hablar…) hagamos estas preguntas:

1. ¡Habla!: Pedir a la persona que diga una frase sencilla: Por ejemplo, “el cielo es azul”. Valorar si se comprende el lenguaje, si hay alteraciones, o si ni siquiera se entiende a la persona cuando habla porque no es capaz de producir palabras comprensibles.

2. ¡Levanta el brazo!: Solicitar a la persona que suba el brazo (si es que hay uno que le duela, moleste…). Si le cuesta levantar el brazo, o no lo controla correctamente, se nota debilidad… sospecharemos que el problema es serio (sobre todo si no hay antecedente de golpe o lesión directa sobre el brazo).

3. ¡Sonríe!: Valorar si la persona sonríe con normalidad, o bien la mitad de la boca no sonríe, incluso es posible que la comisura esté caída (es una señal que aparece con frecuencia en los ictus, sobre todo en etapas iniciales).

Si apreciamos lenguaje incoherente, debilidad o dificultad para mover el brazo o comisura del labio caída…

4. Avisar a los servicios de emergencias, explicando con detalle cómo ha ocurrido el suceso (se ha desmayado de forma repentina, ha notado que de pronto no podía mover el brazo o hablar…) y explicar las pruebas que se le ha hecho y las alteraciones más evidentes. Aunque la debilidad, dificultad al sonreír o al hablar sea leve, es motivo suficiente para acudir al médico a recibir una valoración y un diagnóstico preciso.

Como podéis ver, las preguntas son muy sencillas, y con un sólo fallo es suficiente bien para avisar a los servicios de emergencias, o para acudir al hospital a que puedan hacer una valoración profunda. Con esto no hay que alarmarse y pensar que cada vez que alguien tenga un mareo o debilidad en un brazo pueda ser un infarto cerebral, pero lo que sí está claro es que no está de más saber un poco sobre qué se puede hacer para detectar un ictus en sus primeros síntomas.

Si quieres saber más quizás te interese leer : Fisioterapia en el daño cerebral adquirido

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