La artrosis es una patología degenerativa de las articulaciones que se caracteriza por la degradación del cartílago articular. Sin embargo, el desarrollo de esta patología no sólo afecta al cartílago, sino a toda la estructura articular, incluyendo el hueso subcondral, el tejido sinovial, la cápsula articular y los tejidos blandos periarticulares.
En esta publicación haremos un resumen sobre las principales claves para el mejor manejo de la enfermedad.

¿QUÉ SUCEDE EN TUS ARTICULACIONES?

Cartílago

El condrocito es el único elemento celular presente en el cartílago articular normal, y por tanto desempeña un papel fundamental en el mantenimiento de la integridad del mismo; así como en la reparación del tejido dañado. La artrosis se caracteriza por un dramático cambio en el número de estas células. El número de células va a depender del equilibrio entre nacimiento (mitosis) y muerte celular, es decir van a morir más células de las que nacen.

Una característica importante de la artrosis es su lenta progresión, de forma que la pérdida de la integridad articular sólo puede detectarse al cabo de años de evolución.

Tejido sinovial

Hasta hace poco se consideraba que la afectación del tejido sinovial en la artrosis era mínima y secundaria al daño originado en el cartílago articular. Ahora se sabe que en las fases finales de la artrosis, la membrana sinovial desarrolla una respuesta inflamatoria que contribuye de manera decisiva en la patogenia y en el sintomatología de la enfermedad: calor, enrojecimiento, edema e hinchazón.

Hueso subcondral

La participación del hueso subcondral en la etiopatogenia de la artrosis es indudable. Incluso algunas teorías defienden que la artrosis es una enfermedad ósea más que cartilaginosa. En cualquier caso, la artrosis se puede definir como el proceso de degradación y pérdida del cartílago articular, acompañado por cambios hipertróficos del hueso con la formación de osteofitos y rigidez del hueso subcondral.

El espesor y la densidad del hueso subcondral varía con la artrosis. En una articulación normal, el hueso subcondral atenúa las cargas recibidas al absorber entre un 30-50% de la carga, mientras que el cartílago únicamente absorbe un 1-3%. Cuando el hueso subcondral se esclerosa (se endurece), disminuye su capacidad de absorción hasta un 50% y ello supone un aumento de la energía que disipa al resto de la articulación, incluido el cartílago con el consiguiente deterioro de éste.

Sistema nervioso y músculos:

Actualmente se conoce que las terminaciones nerviosas pueden contribuir al desarrollo de la enfermedad articular a través de una excesiva liberación en los tejidos articulares de sustancias mediadoras de la inflamación. Este proceso supone un incremento de la presión intraarticular que, presumiblemente, puede afectar a la neurofisiología de la articulación, dando lugar a una hiperexcitabilidad en estas terminaciones nerviosas que, finalmente, conlleva dolor articular. Esta hiperexcitabilidad de las terminaciones nerviosas aferentes conduce a una hiperexcitabilidad de las neuronas supraespinales y espinales, estableciéndose un mecanismo por el cual el dolor articular puede no depender, de forma directa, de los estímulos originales.

Otra función de las terminaciones nerviosas aferentes en la articulación es transmitir información al SNC para que pueda ser utilizada en la coordinación de la actividad muscular y, de esta forma, proteger a la articulación de aquellos movimientos potencialmente peligrosos. Por ello, una pérdida de mecanorreceptores y la consecuente reducción de las aferencias neuronales, puede reducir la estabilidad funcional de la articulación, participando en los procesos degenerativos de la artrosis. El músculo tiene 2 funciones principales en la articulación. En primer lugar, proporciona la energía necesaria para que pueda desarrollarse el movimiento y, en segundo lugar, junto con otras estructuras intra y periarticulares, actúa proporcionando estabilidad a la articulación. Por esta razón, una disminución importante de la fuerza muscular puede precipitar la degeneración de la articulación.

CLAVES PARA EL MANEJO DE LA ARTROSIS:

El cartílago hialino articular maduro es un tejido avascular, la nutrición de este tejido ocurre mediante difusión simple desde el hueso subcondral o la superficie articular. Por esta razón, la aplicación de la presión correcta sobre el cartílago articular es necesaria para su perfecta nutrición. Tanto el exceso de presión (sobrecarga de una articulación) como el defecto de la misma (inmovilización o falta de movimiento) se relacionan con procesos destructivos en el cartílago. Por estas razones te recomendamos:

1. Pérdida de peso:

Si tienes sobrepeso y artrosis, puedes beneficiarte de una pérdida de peso si eres capaz de mantener en el tiempo un peso saludable y los cambios en tu alimentación. Además, claro, de aumentar tu nivel de actividad física.

2. Actividad física regular:

Una vida sedentaria puede empeorar tu artrosis, y además de aumenta el riesgo de padecer otras enfermedades relacionadas con el sedentarismo como la diabetes o las afecciones cardiovasculares.

La acción estabilizadora del músculo en la articulación nos proporciona un frente terapéutico interesante en el tratamiento de la artrosis. En este sentido, recientemente se ha publicado cómo un entrenamiento individualizado y moderado supone mejoras sustanciales con relación a la fuerza, el dolor, la función física y la calidad de vida en los pacientes con una artrosis de rodilla, siendo extrapolable al resto de articulaciones.

Si después de leer esto, piensas que es buen momento para empezar con algo de ejercicio para mejorar tu artrosis, quizá nosotros podamos ayudarte.